martes, 20 de diciembre de 2011



En silencio, como perfeccionando una canción en su mente está Pablito Flórez Camargo sentado en una mecedora debajo de un rancho de palma en el patio de su casa, en Ciénaga de Oro, Córdoba.

Es un abuelo sabio, enamorador, amigable, pero a la vez regañón. “¿Se van a callar?”, le gritó a unos familiares que hablaban en voz baja en la cocina mientras él respondía una de las preguntas. Le obedecieron en el acto.

Si hay algo que lo caracteriza es su buen humor. Para todo tiene un chiste o un relato popular que le pone un tinte de jocosidad a las más solemnes de las situaciones.

Alguien me preguntó un día que si yo era casado, y le respondí: “Sí, pero no ejerzo”, comentó y estalló en una carcajada que se fue apagando poco a poco, como se van apagando los aguaceros de gotas gruesas.

Tiene la esquiva virtud que la vida le brinda a unos cuantos de burlarse de sí mismo, aun cuando sea él quien salga mal librado del chiste.

Por momentos el maestro hace silencio y mientras mira por largo sembrando su vista en ninguna parte, da la impresión de ganarle batallas a la memoria. Entonces refleja en su actitud, cuando se queda silencioso sentado en la mecedora, una desesperanza parecida a la de alguien que espera con paciencia resignada a la orilla de una carretera, como tratando de reconocer a la persona indicada en quienes aparecen a lo lejos.

El maestro Pablito Flórez está convencido de que el porro no ha tenido la misma acogida a nivel nacional e internacional porque no tiene letra.

“Lo que no lleve un mensaje se queda atollado. El vallenato habla del Cesar, de sus mujeres, que es lo que yo hago cuando compongo, por eso mi música camina. Eso pasa con la canción mexicana, que habla de la belleza de sus ríos, de sus cerros. Hay porros que han caminado mucho, porque cayeron en manos de mentes privilegiadas como la de Lucho Bermúdez, que hizo “El Carmen de Bolívar”.

Ese porro, cantado por Matilde Díaz, se ha paseado con éxito por el mundo. Por eso yo propongo que al porro se le ponga letra, para que diga algo. ¿Qué no caminó la cumbia “La pollera colorá?”. Anduvo por la letra, si la hubieran hecho con solo pitos no hubiese caminado tanto. El hecho de que un porro tenga letra no impide que una banda lo toque en una corraleja”, explica el maestro. El maestro Pablito Flórez ha compuesto las canciones “La aventurera”, “Los sabores del porro”, “El reencuentro con Ninfa Isabel”, “Manuela Lión”, “Fiesta brava”, “El barcino”, “Chivo mono” y “El porro es el rey”, entre muchas otras.

  
¿Cómo cree que sería la vida sin música?

—Sería un cementerio de muertos que caminan y miran, pero que no sienten.

  
¿Usted se siente olvidado?

—No, yo no puedo decir eso, porque he sido acariciado por la admiración en todo el país. La grandeza a uno se la da el pueblo. Tengo la dicha de ser querido por la gente, porque soy espontáneo y en cualquier parte canto una canción. Además he descubierto varios artistas, como por ejemplo a Lucy González, y a una prima hermana suya, Cruz del Carmen, quien también grabó con nosotros en Fuentes. Hace unos años, en Montería, escuché a una muchacha, Aglaé Caraballo, que ahora está triunfando en España, a ella le expliqué cómo se cantaba el porro. Lo primero que le gustó fue “Los sabores del porro".

  
¿Cómo nació “La aventurera”?

—¿Cómo nació? No sé si esa mujer nació en una cama de palo o qué, pero si tú te refieres a cómo nació la inspiración para componer esa canción, te digo que fue en el burdel de Petrona Naranjo, aquí en Ciénaga de Oro. Allí acudían las mujeres más bonitas de la época y allí las visitaban los grandes parranderos como Roberto Ruiz, “El Chape” Petro, los hermanos Martínez Banda, los Ortiz, Sabas Tuirán, Francisco Durante. Ellos no se van a molestar porque yo haya dicho esto, ya que están enterrados. Hasta la dueña del burdel “llevó con el bloque”. Un día yo estaba adentro con Filiberto González, que es otro juglar de Ciénaga de Oro, y de pronto vimos que llegaron tres mujeres a la puerta de Petrona y preguntaron que si se podía entrar.

Nosotros estábamos ahí, pero no teníamos ni para tomarnos un trago, cargábamos una peste de billete de esas grandes. Petrona les preguntó qué necesitaban, y ellas respondieron que andaban buscando trabajo. Petrona les aclaró que eso ahí era un cabaret, entonces ellas dijeron que a eso venían. La que comandaba el trío era Ninfa Isabel, “La aventurera”. Ella me pidió que le cantara una canción y yo le canté aquella ranchera de José Barros que cantó Tito Cortés, que dice: Mala mujer / mala mujer / hoy vengo a recordar / todo lo que me has hecho sufrir / todo lo que me has hecho llorar / (...). Ella me preguntó por qué le canté esa canción si yo no la conocía, y le respondí que tenía el presentimiento de que así como había llegado ahí, así se iría cualquier día.

“Eres un ave de paso”, le dije. Y me contestó: “De pronto me quedo contigo”. Eso me gustó y me dio un beso con sabor a aguardiente. Entonces entablamos unos amores bohemios que duraron muchos años. Después se fue y le hice la canción. Luego le hice otros temas como “El regreso”, “Me encontré con Ninfa Isabel”;  “La del tatuaje”. (...) “Si supiera que la quiero / volvería por estas tierras / al pueblo Ciénaga de Oro / donde tiene quien la quiera / (bis) La última vez que la pude ver de cerca / fue en el puerto de Montería y enseguida se embarcó / iba rumbo directico pa’ Tierralta / muchas le escribí y jamás me contestó” / (...) (“La aventurera”).

  
¿Cuál es el porro que a usted más le gusta?

—Río Sinú, ese que hizo Miguel Emiro Naranjo, Rafael Eduardo y “El Mocho”, los tres de la Banda 19 de Marzo de Laguneta. Me encanta.
  

¿Le hubiera gustado componerlo?

—No, yo también he hecho lo mío. Yo no envidio lo que otro hace, pero me gusta ese porro. Ahora, ese otro porro viejo que se llama “La Lorenza” es una vaina que sabe a sabroso. “Palo e corraleja” también es un gran porro.
  

Dice mucha gente que usted ha sido desordenado con las mujeres...

—¡Y sigo siendo!

  
¿Todavía tiene fuerzas, maestro?

—El amor no tiene edad.

  
¿Cuál es el secreto para triunfar con las mujeres?

—Quererlas, demostrarles amor y darles lo que a ellas más les gusta, pero una de esas es el billete y el oro. Si tú sales por la calle del mercado con un puñado de sortijas y a todas las que llames le entregas una, enseguida sonríen, y no te olvidan. La mujer no se enamora con bofetadas, la mujer no se hiere ni con el pétalo de una rosa, porque en el fondo de la más vil, existe algo sincero. Una mujer es una madre. ¿Te gustó eso?

  
¡Es hermoso!, pero entonces... ahí hay algo de interés, ¿no cree?

—Por eso me atreví a criticar los mandamientos de la ley de Dios. Te voy a explicar: “Amar a Dios sobre todas las cosas” está correcto, “No hurtar” no está correcto, porque uno roba corazones, cariño, eso no se puede estipular; “No fornicar”, ¿y entonces cómo se reproduce la gente si allí es donde está la jodida?; “No desear los bienes ajenos”, ¿cómo se hace eso cuando por el ojo entra la ambición y es algo que el mismo Dios creó?; “No desear la mujer del prójimo”, me pregunto: ¿cómo hace uno para que no le guste una mujer? Que le falte el respeto es distinto. Que uno la respete está bien, pero que no la desee, no. Imposible.  ¿Quién no iba a desear a María Félix? A la mujer le gusta que la deseen, para eso es que se pinta y arregla.

  
¿Qué es lo que tiene usted que le cae bien a las mujeres?

—Le caigo bien a las mujeres porque complazco, que es lo que no tienen los Diomedes ni los pendejos esos que son unos orgullosos, que hay que pagar hasta para verlos, ¡mira pues! Jesucristo nunca cobró para que lo vieran, en cambio estos... serán más que Dios.



Supongamos que el maestro Pablito Flórez no es usted, sino alguien que está aquí al frente, ¿cómo lo ve?

—Como un tipo torcido del pescuezo, con una manera de pensar extraordinaria, con un sentimiento puro, un corazón noble y dispuesto a servir con lo que esté a su alcance a quien lo necesite.

  
¿Dónde y cómo le gustaría morir?

—A la muerte no hay que escogerle la forma, porque uno va a sufrir de equivocación, pero me gustaría morir en el seno de la música. ¿Cómo?, bailando un porro, que caiga de pronto.

  
¿Con qué canción quiere que lo despidan?

—Con “María Varilla”, “La aventurera” y “Los sabores del porro. Pero también hice una para ese momento, que se llama “La muerte de Pablo Flórez”, que dice: “Cuando yo muera no me carguen luto / vaya una banda detrás del cajón / la comparsa con vela y pito / y sobre la caja un bulto de ron / Que “La aventurera” me tire un llanto / con un traje rojo “adornao” en florón / no quiero muerto causar espanto / la vía que llevo es obligación / velorio no quiero / sino una caseta / que me canta el eco / nueve días de fiesta /”.

  
¿Qué no le he preguntado?

—¿No te atreves a preguntarme si soy pendejo? Pero sí, “Soy pendejo”, porque hay un tipo que vive por allá por los cerros al que llamamos “El Tuto”, a quien le presto plata y nunca me paga.

  
¿Y por qué le sigue prestando?

—Por eso, porque soy pendejo.

Texto de Carlos Marín publicado en El Universal de Cartagena (Dic. 17 de 2011)

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